Mi madre, la extraña

Encontré a Soph en una aplicación. La conocí en un bar de vinos iluminado con bombillas rojas del West Village. Era exactamente como en las fotografías, pero más cálida, más brillante. Tímida y encantadora, con una carcajada que quise tragarme, me abrazó cuando me le acerqué. Ya sabía que era australiana. Por mensajes de texto,…