Las hormonas sexuales que incluyen los estrógenos, la progesterona y la testosterona pueden adherirse a la superficie de las células inmunitarias e influir en la manera en que funcionan. Por ejemplo, la exposición a los estrógenos hace que las células inmunitarias produzcan más anticuerpos como repuesta a la vacuna contra la influenza.
Además, según Klein, la testosterona “parece ser muy inmunosupresora”. La vacuna contra la influenza tiende a ser menos protectora en los varones que tienen mucha testosterona, en comparación con los que tienen una menor cantidad de esa hormona sexual. Entre otras cosas, la testosterona inhibe la producción de sustancias químicas inmunitarias, conocidas como citoquinas, que realiza el cuerpo.
También es posible que las diferencias genéticas entre hombres y mujeres tengan alguna influencia sobre la inmunidad. Muchos genes relacionados con la inmunidad se encuentran en el cromosoma X, del cual las mujeres tienen dos copias y los hombres solo una. Los inmunólogos siempre han creído que solo se encendió un cromosoma X en las mujeres y que el otro estaba inactivo. Pero ahora, las investigaciones demuestran que el 15 por ciento de los genes eluden esta inactivación y se expresan más en las mujeres.
Estas fuertes respuestas inmunitarias ayudan a explicar por qué el 80 por ciento de las enfermedades autoinmunes afecta a las mujeres. “Las mujeres poseemos una mayor inmunidad, ya sea hacia nosotras mismas, hacia un antígeno vacunal o hacia un virus”, afirmó Klein.
También puede ser importante la cantidad que contiene una dosis de la vacuna. En algunos estudios, se ha demostrado que las mujeres absorben y metabolizan los medicamentos de una manera distinta a la de los varones y que casi siempre requieren menos dosis para que estos surtan el mismo efecto. Pero hasta la década de 1990, en gran parte de los ensayos clínicos para fármacos y vacunas se excluía a las mujeres. “Desde siempre, las dosis recomendadas de los medicamentos se basan en ensayos clínicos en los que los participantes son hombres”, señaló Morgan.
Los ensayos clínicos actuales ya incluyen a las mujeres. Pero, según Klein, en los ensayos para las nuevas vacunas contra la covid, no se distinguieron ni se analizaron lo suficiente los efectos secundarios por sexo. Tampoco probaron si una dosis más pequeña podría ser igualmente eficaz para las mujeres y producirles menos efectos secundarios.
Hasta que no lo hagan, comentó Klein, los profesionales de la salud deben hablar con las mujeres sobre los efectos secundarios de las vacunas para que no se asusten si los presentan. “Creo que es útil alertar a las mujeres de que quizás tengan más reacciones adversas”, afirmó. “Eso es normal y es probable que sea un reflejo de que su sistema inmunitario está funcionando”.