Cuando sus amigos visitan a Aliza Haskal en su departamento de Syracuse, Nueva York, ella les ofrece un entretenimiento apasionante: la transmisión en directo de una cámara situada a dos metros bajo la superficie de un río turbio en los Países Bajos.
En cuanto pasa un pez, Haskal se apresura a pulsar el único botón que hay en el sitio web. Es un timbre, específicamente un timbre para peces.
El botón ayuda a alertar a un trabajador de la ciudad holandesa de Utrecht para que abra una presa, permitiendo así que el pez se escurra hacia aguas menos profundas donde pueda desovar.
“Es el club sexual más candente de Utrecht, al que se accede a través del timbre de los peces”, comentó Haskal, una estudiante de posgrado de 24 años que vive a más de 4828 kilómetros de distancia. Se considera a sí misma una especie de portera acuática benévola.