Dos semanas después de conocernos por internet, vino a verme. Lo llevé al único lugar de la ciudad donde sabía que preparaban sándwiches de queso a la parrilla, su gusto culposo preferido. Acabamos en el mismo lado del gabinete para poder ver las elecciones presidenciales en el televisor de la barra.
En el viaje de vuelta, me tomó la mano que descansaba en mi regazo y presionó con el pulgar la parte carnosa de mi palma, como si estuviera ahuecando un lugar para plantar una semilla. Entrelazó sus dedos con los míos, acercó mi mano a su pecho, bajó la barbilla, cerró los ojos y presionó sus labios contra mis nudillos.
Tenía miedo de moverme. Tenía miedo de que me soltara. Sentía como si estuviera sosteniendo todo su mundo en mi pequeño puño, y quería seguir sosteniéndolo allí todo el tiempo que pudiera.
Pero, aunque la pandemia nos había proporcionado un mundo de ensueño aislado, también había permitido algunas cortinas de humo. Al final, nos peleamos. Era la única persona con la que no temía enfadarme, y eso me hacía sentir empoderada. No se podía confiar en él a la hora de hacer planes. No era fiable a la hora de devolver las llamadas telefónicas. Era impredecible en su afecto. Demasiado misterioso durante demasiado tiempo.
Me dijo que había cosas que no me había contado, pero que lo haría. Ya había descubierto su verdadera edad a través de una búsqueda superficial en Google: 41 años, no 36. En realidad, lo había sabido antes de averiguarlo. Estaba demasiado lleno de anécdotas y consejos, era demasiado exitoso y un poco cínico para tener 36 años. No era el primero en mentir en una aplicación de citas, y una diferencia de edad de 11 años no me inquietaba, pero temía pensar en qué más había por descubrir.
Encontré lo que buscaba en los archivos de una página de Facebook. No había ido allí con la intención de investigar. Parecía natural que, después de meses de estar con él, al menos fuéramos amigos en varias plataformas de redes sociales. Pero cuando encontré su cuenta y la exploré, pisé una grieta en un piso de cristal y caí a través de ella, hasta 2014.