Rich y yo tuvimos más rupturas después de eso. Empecé a querer algo más, pero nuestras vidas eran incompatibles, así que terminamos y seguimos siendo amigos. Luego acepté un trabajo a 112 kilómetros de distancia, así que me pareció bien que tuviéramos sexo “solo una vez más” antes de que me mudara peroluego resultó que no me iba a mudar tan lejos, así que me pareció bien que viniera a visitarme de vez en cuando.
Luego las visitas fueron tan agradables que se convirtieron en regulares, y después pasamos cuatro días juntos mientras mi hijo estaba en casa de su padre durante las vacaciones de Acción de Gracias y, durante esa visita, cuando yo empezaba a tener un resfriado, Rich paseó a mi perro por mí, me trajo té y cocinó para mí.
De repente, me senté en la mesa de mi cocina mientras él hacía pan de maíz y pensé: “Ay, no. Ahora él me está cuidando a mí. Esto es territorio peligroso”.
¿Y qué dice de mí el hecho de que cuando una relación empieza a ir bien es cuando siento miedo? ¿Qué dice de mi historial de desamores el hecho de que asuma que los hombres me dejarán cuando finalmente aprendan a amarme? En las películas de terror, las cosas siempre están más tranquilas justo antes de que el monstruo salga del armario. He pasado la mayor parte de mi vida adulta anticipando monstruos.
Y han llegado. En enero del año pasado, justo antes de la pandemia, tuvo una crisis de fe y rompió conmigo. Esta vez, duró. Ninguno de los dos entró en esta relación pensando que sería para siempre, pero aun así quedé destrozada.
Hay una especie de gusto agridulce y peculiar en vivir con el corazón roto en invierno, y más aún cuando practico la distancia social a solas con mi hijo. Seguía esperando despertarme y no extrañar a Rich, pero cada mañana era una decepción.
Resultó que él también me extrañaba, así que, en julio, mientras mi hijo estaba en casa de su padre durante una larga temporada de verano, volvimos a estar juntos, y fuimos sinceros: aceptamos que no sabíamos hacia dónde iban nuestras vidas, pero que podíamos comprometernos mientras conservábamos el espacio para ese desconocimiento.