No soy tan engreída como para creer que todos los hombres se dejarán seducir por mi personalidad triunfadora, pero me temo que quienes se dejan seducir ya han descartado la atracción como algo imposible: ¿cómo puede una persona discapacitada ser objeto de deseo?
La gente parece tener dos preocupaciones principales a la hora de salir con una persona discapacitada. En primer lugar, si podemos tener relaciones sexuales y, en segundo lugar, si nuestras parejas deben convertirse en nuestros cuidadores.
Para mí, la respuesta a la primera pregunta es fácil (“Sí, pero no contigo”). La segunda, sin embargo, es más complicada. Aunque es seguro decir que, si bien las personas discapacitadas quieren muchas cosas del amor (un mejor amigo, un compañero, un amante, un fotógrafo de Instagram), ninguno de esos papeles es el de enfermero.
Estas preguntas surgen de un miedo arraigado en el capacitismo. Las historias de personas discapacitadas no son populares ni se consideran sexis, y mucho menos las historias de amor de personas discapacitadas, y es fácil tener miedo a lo desconocido. He ocultado mi realidad de discapacitada a mis amigos, oscilando entre el deseo de confiarles todo mi ser y el miedo a que me vean como una carga. Pero cuando me he abierto, así sea a trompicones, he recibido amor. El resultado ha sido una mezcla de comprensión: un amigo me ayuda con mi botella de agua, mientras que otro me sugiere lugares accesibles en lugar de dejarme esa búsqueda solo a mí.
A veces, sintiendo el peso de sus cuidados, me he preguntado cómo podría existir una relación romántica en este contexto. Pero lo que me preocupa es mi propio capacitismo interiorizado. La gente cuida de los demás todos los días: les sirven agua en la mesa, ayudan a un amigo torpe, se aseguran de que un colega vegano tenga comida. ¿Por qué se normalizan esos cuidados mientras que los míos son una temida dependencia?
A menudo se considera que las personas discapacitadas solo son capaces de recibir cuidados y, como tales, no pueden ser parejas equitativas. No obstante, el amor y los cuidados se manifiestan de muchas maneras. He ayudado a seres queridos a resolver problemas, a luchar por causas que valen la pena, les he proporcionado consuelo al final de un largo día, he reconocido sus vulnerabilidades y los he abrazado con amor.
Estoy dispuesta a aprovechar toda mi experiencia en las complejidades del cuidado y volcarla en una relación romántica. Pero durante demasiado tiempo he soportado el capacitismo y las suposiciones de la sociedad, que han obstaculizado mis esfuerzos. Estoy harta de que este sea mi único problema. Estoy harta de buscar a ese hombre “raro” que me abrace plena y desinteresadamente como si mi discapacidad fuera una alergia al maní.